En estos tiempos de festivalismo —en los que muchas veces el acontecimiento social se come a la música en sí— no deja de ser una buena noticia que 150 personas llenen una sala para ver a un grupo como Arizona Baby, una de las bandas revelación del último rock nacional. El suyo es rock de club, de cuerpo a cuerpo, sudor, cervezas y comunicación total. Y ese, un local abarrotado con el grupo sintiendo el aliento del público, es su verdadero hábitat.
Que no se tome esto como una frase hecha. La música de Arizona Baby nace desde algo mínimo —dos guitarras acústicas, una voz y un exiguo set percusión— se convierte tocada en algo mucho mayor y se engrandece definitivamente en vivo con el calor del público, que convierte sus actuaciones en una fiesta. La del jueves en A Coruña lo fue: una hora y pico de rock acústico, creado en ese punto en el que el blues y el country se funden y se convierten en rock.
Tocaba presentar Second To None, el álbum que los ha puesto en el candelero, y lo hicieron con una prestancia total. Revitalizando el drama pantanoso de Ouch!, el folk-rock acelerado de The Truth o la mezcolanza fronteriza de A Tale of the West, todo ganó gracias a un directo enérgico y entregado que arrulló a toda la sala. Como era de esperar, el momento cumbre llegó con Shiralee y su endiablada rítmica con sabor a tren de vapor. Pero la cosa no se iba a quedar ahí, y en el bis una simpática versión del I Want To Break Free de Queen en plan skiffle (“!Nos gusta Queen y nos gusta el skiflle! ¿Qué pasa?”, gritó el vocalista Javier Vielba al término) puso la guinda a una noche perfecta.
miércoles, 14 de abril de 2010
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Pena no haber podido ir. Ánimo y suerte con esa Asociación!
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